Una isla desolada
Mi esposa y yo estábamos bien emocionados de bajarnos del crucero para explorar esta otra isla y conocer su cultura.
Pero en cuanto pusimos pie en la isla, todo se veía... raro.
Después de caminar un rato, nos dimos cuenta de que no podíamos “ver” la isla claramente.
La manera en que habían preparado el lugar era para atraer a los turistas con lo que ellos pensaban que los turistas querían ver: muchas tiendas americanas y calles impecables.
Nos daba la sensación de que estaban tratando de impresionarnos a nosotros, "la audiencia", a costa de su verdadera identidad.
En ese sentido, eran inauténticos, y la inautenticidad puede olerse a kilómetros de distancia.
No me malinterpretes. La fachada estaba bonita y, probablemente, hasta era necesaria para las necesidades locales de la isla. Pero no dejaba de ser eso, una fachada. Nosotros queríamos ver quiénes eran ellos realmente y apreciar sus verdaderos colores.
Nos tomó varios minutos de caminata bajo el sol para poder pasar el ruido y finalmente “encontrar” la isla.
Poco a poco empezamos a ver cómo bellas arquitecturas históricas se levantaban, y una paleta de colores y diseños y artefactos distintivos se podían ahora identificar. Pronto, descubrimos una vibra completamente diferente, una que se sentía más auténtica a la isla.
“¿Y si no les gusta?”
Muchas veces mi esposa y yo hemos discutido sobre nuestros estilos creativos y si debemos o no ajustarlos para satisfacer a ciertos sectores del mercado.
Me refiero a, ¿qué pasa si a algunas personas no les gusta nuestro estilo, o no lo entienden? ¿No deberíamos al menos intentar complacer a la mayor cantidad de gente?
Este tipo de pensamiento suele surgir después de ver cómo otros creativos producen algo completamente nuevo, o más tradicional, más colorido, más oscuro, más simple o más complicado.
Somos rápidos en encontrar aspectos de otros trabajos que nos hacen dudar si lo que hacemos es tan "cool" como lo de ellos.
El gran problema con esa línea de pensamiento, que nace de una inseguridad profunda, es que siempre ha habido, hay, y habrá millones y millones de personas que serán mejores que tú en algo.
Aunque inspirarse y aprender de ellos es necesario para tu crecimiento personal y profesional, también es cierto que en algún punto tiene que importarte un carajo los demás, para que te puedas enfocar en lo tuyo.
De lo contrario, te perderás caminando los caminos de otras personas y te olvidarás de caminar el tuyo.
Algunos se quedarán afuera
Como mencioné en un artículo anterior, “¿Qué determina el valor de una obra de arte?”, expliqué que hay dos audiencias para cualquier esfuerzo creativo. La primera audiencia es el propio creador, y la segunda, “el público”.
Una de las cosas que mencioné sobre la primera audiencia es que las creaciones deben ser, ante todo, importantes para el propio creador. Y que si solo él encuentra placer en ellas, eso debe ser suficiente, sin importar si a nadie más le gusta.
Esto no debe considerarse un acto egoísta, sino un acto de amor: amor por uno mismo y por esas otras almas creativas que sí podrán resonar con tales creaciones.
Piensa en el padre que, en su afán de ayudar y complacer a cada miembro de la familia extendida y amigos, termina descuidando las necesidades de su propia esposa e hijos en casa, e incluso las suyas propias.
El alma creativa necesita hacer las paces con la idea de que tiene recursos limitados en tiempo y energía, los cuales no puede desperdiciar tratando de gustarle a todo el mundo, solo a los que realmente importan.
Eso significa que algunas personas quedarán fuera, y eso está bien.
Conclusión
Contrario a lo que podrías pensar, intentar complacer a todo el mundo es el ejemplo perfecto de egoísmo, ya que el propósito oculto es ser percibido bien por los demás; es algo que sirve solo para uno mismo.
Por eso, cuando mi esposa y yo discutimos si deberíamos ajustar nuestros estilos creativos para ser aceptados por la mayoría de la gente, siempre llegamos a la misma conclusión: preocupémonos por ser fieles a nuestra alma creativa, y la audiencia correcta aparecerá.
Como dijo Nietzsche en Así habló Zaratustra: “Y aquellos que fueron vistos bailando, fueron considerados locos por quienes no podían escuchar la música”.
Así que no escondas tu verdadero ser detrás de una fachada esperando a que todos te quieran. Baila al ritmo de tu propia música, y los que también escuchen esa melodía se unirán a ti.
Autor: Jason Berberena
Artista visual, escritor y co-foundador de Kreation Artzone